A pesar de lo que se nos han podido vender, Frankenstein era un ser bondadoso que sólo buscaba ser aceptado. Aprendió a hablar gracias a que se ocultó en un cobertizo, desde donde podía ver y escuchar las lecciones que le daban a una mujer extranjera.
También podemos asegurar que no era torpe, sino todo lo contrario. Dotado de una fuerza sobrehumana, sus articulaciones eran además muy flexibles, lo cual le convertía en un ser muy ágil.